Salones recreativos o «billares». Un «viejuno» nostálgico.
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Como empezó todo
Bueno, podríamos decir que todo empezó en el momento en que le echamos la primera moneda de 25 pesetas a una máquina Arcade. Porque recordemos, el inicio, el principio de todo está ahí….en las Arcade, y en los lugares donde estas se encontraban: “los billares”. A partir de ahí vino todo lo demás.
Es por esto que desde Arcadexpress quisiéramos dedicar la primera entrada de nuestro blog, y para empaparlo de romanticismo, a ese sub-mundo, con sus propias reglas y leyes, que eran los salones recreativos, coloquialmente llamados “los billares”.
Habiendo uno en cada barrio, eran locales oscuros, humeantes y malolientes. Centros de reunión, de diversión, de aprendizaje, de socialización, y en algunos casos, de perversión. Una pequeña representación de la vida misma. Auténticos centros sociales, habitados por lo mas granado de cada barrio, donde chavales de todas las edades confraternizaban intercambiando “trucos” y opiniones. En estos lugares, cuyo estudio de su flora y fauna hubiera sido digna de una tesis doctoral, se daban todos los perfiles de la sociedad:
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- el «kinki»: cuidado con él. Te podían «volar» fácilmente las pocas monedas que tuvieras en el bolsillo.
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el «pro»: el «master» del juego de moda en los billares. Sabedor de todo truco, convenía pegarse a rueda si querias pillarle el «vicio» a cualquier máquina.
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el «novato» : «echaba» sus monedas sin ton ni son en varias máquinas si apenas durar en ninguna de ellas.
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el que nunca «echaba»: deambulaba de máquina en máquina sin poder «echar» casi nunca. Se dejaba invitar con agradecimiento.
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el «pesado»: siempre detras de tu hombro cuando jugabas, insistiendote, «¿te la paso, te la paso…?», cada vez que te veía caer en la misma pantalla una y otra vez.
«Los billares», para muchos de nosotros, marcaron nuestra infancia. Y no solo significaron momentos de diversión infinita gracias a las Arcade, sino que también fueron lugares en donde vivimos experiencias, buenas y malas, que de una forma u otra, contribuyeron a formarnos como personas.
Generación Fronteriza
Pertenecemos a una generación, los nacidos en la década de los 70, ahora que está tan de moda etiquetar generaciones, a la cual me gusta llamar GENERACIÓN FRONTERIZA: los últimos en “criarnos” en las calles (la prioridad era la calle) y los primeros en ver el nacimiento y auge de las primeras tecnologías. De los primeros ordenadores (MSX, Spectrum, Amstrad…), de las primeras consolas (Atari, NES, SNES…), y antes de todo eso, como ya he mencionado, del mundo Arcade, tuvimos el privilegio, debido a nuestra edad, de vivir en primera persona su nacimiento, así como su máximo esplendor, y como no, su triste final en el caso de «los billares». Todo unos privilegiados.
Para los que nos iniciamos en este mundo gamer mediante las máquinas Arcade, hemos visto con asombro toda una revolución en este mundo. Prescindiendo de las primeras consolas, como pueden ser las primeras Atari, las cuales nunca me entusiasmaron, la llegada de los primeros micro-ordenadores fué para nosotros una autentica revolución. Puso en nuestras manos un sucedaneo de las Arcade. No tenian nada que ver, obviamene, pero teniamos ante nuestros ojos, en un cegador monitor de fosforo verde, la misma filosofía de juego. Juegos como «Comando», «Kun fu Master» o «Target Renegade», jugados en un Amstrad o Spectrum, sin tener demasiado en cuenta la calidad gráfica, tenían la misma dosis de adicción que en una máquina Arcade.
Por desgracia e inevitablemente, este fué también el principio del fín de «los billares». El poder disfrutar en tu casa de cualquier juego y en cualquier momento, suponía que no siempre lo hicieras acompañado, o sea, con tus colegas. Cosa que sí se hacia cuando ibas a los billares. El jugar en casa suponía prescindir de esta compañía en muchas ocasiones. Suponía jugar solo la mayoria de las veces. Juntemos esto con la gran progresión tecnológica, a nivel de consolas y ordenadores, que vino a posteriori, y daremos con el motivo que dió la puntilla a estos centros de reunión y diversión a los que llamábamos «billares», lo cuales son parte de nuestra infancia. Todo una pena.
Cualquier tiempo pasado fue…¿mejor?
No quiero ser el típico “viejuno” que canta a los cuatro vientos que cualquier tiempo pasado fue mejor. No es así. Seguro que ahora todo es mejor. Hemos ganado, como dicen los expertos, en comodidad, en calidad de vida. Todo a mano. A la distancia de un “click”. Pero creo que hemos, o estamos perdiendo algunos elementos que en tiempos pasados fueron mejores. Y es el tacto. Es la vista. Es el olfato. Es el gusto. Es el oído. Hemos perdido los sentidos en esta vorágine llamada “tecnología”. Debido a su abuso, hemos dejado de lado gran parte del contacto humano que debería conllevar toda relación social. Y es aquí donde se destapa el valor que tuvieron los tan añorados “billares”. Centros de contacto humano. Lugares, que en último termino, creo que nos hacían mejores personas, ya que nos permitían codearnos con toda clase de estratos sociales, sin importar en absoluto las diferencias existentes, pudiendo hacer amigos y enemigos de culquier clase y color.
Desde Arcadexpress queremos revindicar aquella época, aquellos lugares y aquellas costumbres, así como hacer una pequeña crítica a los días que vivimos hoy. Vivimos tiempos donde se supone que estamos mas conectados que nunca, y a la vez, y de forma paradójica, nos encontramos mas aislados que nunca. Aquellas herramientas que se suponen nos ayudan a conectarnos unos con otros, formando enormes redes sociales, son las mismas que nos están introduciendo en una burbuja en la cual no cabe nadie más que uno mismo. Nunca estuvimos tan conectados y solos a la vez. Se echa de menos ese calor humano que inundaba cualquier actividad social pasada. En resumen, se echan de menos «los billares».
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